Ocurrió un día cualquiera, donde existe la ilusión, que
estando algo aletargada, tuve, una extraña ilusión. Pero aquello que creí que de un sueño
era su don, no era más que origen de una dulce aparición. Por lo menos así,
todo comenzó.
Fue la primera vez que vi al hada Violeta, apareció de la
nada, sin ninguna explicación. Asombrada, no daba crédito a lo que veía, las
palabras atropelladas de mi boca, casi no querían salir. El entusiasmo se
apoderó de mí, corrí hacia la puerta y de un portazo la cerré, para que no se marchara.
Sentí tan cerca su luz clara y cristalina que le dije: -No
te escaparas-La quería para mí, para que su magia me abrazara por siempre
jamás.
El hada parecía aterrada, huía despavorida revoloteando de un
lado a otro de la habitación y yo, sin darle tregua, la acosaba persiguiéndola sin
dejarla recobrar el aliento.
Por un momento se detuvo en el aire. Se veía tan hermosa en
lo alto de una estela, parecía una rosa entre un enjambre de estrellas. Estaba iluminada,
desprendía una extraña aureola con un halo de color añil y no veía más allá, que poder hacerme con ella.
-¿Qué haces aquí? ¿Quién eres?-le pregunté. Mientras volaba
y volaba sin quererse detener. Hacía rítmicos giros con airecillos suaves que
desprendía de sus alas y con un sutil zumbido que se asemejaba, a la musiquilla de
un arpa celestial.
Me subí en la mesita de noche para darle caza, en la silla,
y salté hasta por encima de la cama, dando palmadas. El hada, aleteaba desesperada,
inquieta, dando rápidos revuelos terriblemente asustada. Para recobrar el aliento se escondió detrás de
una taza, pero enseguida la encontré y antes de darle caza, se escapó otra vez.
¡Qué cúmulo de sensaciones! Me sentía fascinada, sorprendida,
maravillada y al mismo tiempo, raramente entusiasmada. Pero cada vez que parecía
acercarme a ella, el hada huía rápidamente, sin que pudiera cogerla.
En un almohadón hecho de mullido algodón, allí se posó, exhausta,
para recobrar el aliento. Al observarla cansada, enseguida, me abalancé sobre
ella y ¡ZAS! No medí bien mis fuerzas, con tan mala fortuna que le rompí una de
sus alas.
Fue rápido, sin pretensión, pero el hada en un suspiro sin
alma, se le agotó la magia y sin una de sus alas, se quedó.
Pobre hada, pobre ala ¿qué harás ahora sin ella? ¿Qué es un
hada sin mágia? preguntó mi pensamiento sin que mis labios hablaran. Lo siento
tanto, lo siento, lo hice sin intención.
El hada, recostada en una esquina, lloraba desconsolada, era
tanto su sufrir, que su carita era el poema más triste de la constelación.
Hasta las estrellas fugaces apagaron su resplandor. Y las flores de la dehesa, palidecieron de dolor.
El hada temblorosa y abatida se dejó vencer mientras me susurraba
palabras tristes en el pensamiento.
-¿Cómo será no volar? será como morir en vida, como llorar
sin lágrimas, como cantar sin voz. Ya no
podré reír con el viento, ni evadirme del silencio, ni esconderme entre una flor.
No pude soportar tanta amargura y sin más premura, cogí con cuidado
al hada y también su ala y la guarde en el bolsillo.
Corrí y corrí hasta donde mis pies me llevaron. Me adentré
en un lugar donde cada latido que manaba la tierra irradiaba caricias para el
alma. Había árboles de colores y mariposas por todas partes. Una extraña luz lo cubría todo de un suave tono acaramelado. Había cisnes brillantes frente a un dorado estanque,
donde la naturaleza desprendía magia por todas partes. Donde el lago de los
deseos formaba parte de la magia que estaba a punto de comenzar…
Era todo tan impresionante que me pregunté ¿Será
este el reino de las hadas? ¿Como lo podría saber…?
La cogí entre mis dedos y le dije: -Hadita mía, ten fe. Y fui
cogiendo dos hojas y una flor, como se recoge el té, hasta formar un mullido colchón,
donde la posé.
Enseguida comenzaron a aparecer hadas de luz, salían de todas
partes, yo, maravillada, las seguía con la mirada, pero no podía moverme, me
quedé, petrificada.
Se acercaron a ella todas y entre el cielo y la tierra se
forjó una especie de pasadizo, por donde danzaban estrellas, por donde corrían ríos de oro, azucenas
y mariposas. Y las hadas bondadosas, todas ellas, fueron tejiendo con su magia el
ala malherida. Con hilos de amor, de gratitud, de ilusión, de belleza y de corazón.
Así bordaron su ala, con puntadas de felicidad completa, para que recuperara toda
su magia, el hada Violeta.
Al terminar la labor, el hada Violeta agitó sus alas y
enseguida se elevó. Con su suave aleteo hacía sonreír al aire con delicado cosquilleo, mientras ella, reía alegre a carcajadas. Todas las hadas de luz se
reunieron formando un círculo alrededor mía. Desde lo más alto se percibía un airecillo sonoro, y pudieron verse sirenas agitando sus colas en el río de oro.
Las hadas, todas ellas, susurraron al unísono en mi pensamiento, con exquisita levedad, palabras que parecían versos repletos de amabilidad, que fueron formando mares en mi entendimiento.
Me dijeron...
-Las hadas son libres como el aire, no pueden poseerlas los
humanos, no están hechas para ser cazadas. Así son las hadas, de nadie, solo de
la brisa o el viento, de cielo o la mar. Al humano que se le
conceda el don de ser visitado por un hada, pude dar gracias a Dios, porque será
bendecido para siempre, con la magia y el amor.
Margary Gamboa ©Todos los derechos reservados
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