Hace mucho, mucho tiempo, en los confines
del mundo, se hallaba un lugar realmente cautibador. Estaba formado por un frondoso bosque, donde
habitaban animalillos de diversas especies. Rios de aguas cristalinas, en sus orillas, flores de mil colores que adornaban los aledaños.
En mitad de aquel recóndito lugar, una pequeña y solitaria cabaña se erguía entre tanta vegetación. Un humilde matrimonio de granjeros la habitaba. Aunque algo mayores, ilusionados, esperaban el nacimiento de su primer hijo.
Se sucedieron las lunas, una tras
otras, hasta que por fin, llegó la hora del alumbramiento. Para sorpresa de los
afortunados padres, llegaron al mundo dos criaturas idénticas, como dos gotas de
agua. Fue el acontecimiento más maravilloso que jamás había ocurrido por
aquellas tierras. Jamás de los jamases,
habían nacido allí, dos criaturas idénticas y a la vez, humanas.
Nereida y Selena llegaron al mundo en la septima luna de Abril. Las dos, bellísimas, de
delicada tez y cabellos dorados. Sus miradas, del color del mismo cielo. Habían heredado los encantos de su bella madre.
Crecían libres como las aves,
felices, jugueteaban en los plateados prados que arrullaban su infancia,
propia, de princesas de cuentos.
Inocentes soñadoras, siempre
inseparables, trotaban y jugueteaban como potrillos salvajes. Solas, en aquel lugar, vivían en
su propio mundo imaginario. Cada vez que salían a jugar por el bosque, creían
ver pequeñas hadas revoloteando a su alrededor. Solían imaginar que algún día
las llevarían a volar en un mágico vuelo, un paseo por las nubes.
Su madre, siempre les hacía bajar de
sus nubes, advirtiéndoles, que las hadas no existían, que no fantaseasen con
tanta imaginación.
-Tanta imaginación no puede traer nada bueno chicas. Los pies en el suelo- les solía decir una y otra vez...
La vida transcurría feliz, desde esa infancia incorparable y única que les regaba el entorno.
-Tanta imaginación no puede traer nada bueno chicas. Los pies en el suelo- les solía decir una y otra vez...
La vida transcurría feliz, desde esa infancia incorparable y única que les regaba el entorno.
En la primavera del décimo cumpleaños de las gemelas, todo se tornó sombrío. Malos augurios se cernian sobre la cabaña.
La madre había enfermado gravemente. Nadie sabía cómo aliviar su mal. Tanto era su sufrir, que tenía a la familia sumida en una enorme tristeza. Por mucho empeño que ponían, no hallaban la forma de aliviar el mal que le propinaba día a día, tanto infortunio.
Un buen día, mientras Nereida cuidaba a su madre, Selena decidió salir en busca de un remedio para sanarla.
La madre había enfermado gravemente. Nadie sabía cómo aliviar su mal. Tanto era su sufrir, que tenía a la familia sumida en una enorme tristeza. Por mucho empeño que ponían, no hallaban la forma de aliviar el mal que le propinaba día a día, tanto infortunio.
Un buen día, mientras Nereida cuidaba a su madre, Selena decidió salir en busca de un remedio para sanarla.
Selena, partió con su cesta de mimbre en
el brazo. Caminó y caminó por senderos azules, estaba segura de que le harían llegar hasta
la tierra misteriosa, donde encontraría la sanación que tanto anhelaban.
En un sueño, un hada le había dicho que el árbol de la vida le proporcionaría lo que deseaba. Lo encontraría en un lugar secreto, donde la maleza pierde su nombre, convirtiéndose, en un lugar encantado, allí donde brotaran las primeras flores del cerezo.
Selena, se alejaba más y más de la cabaña, tan segura iba, que no pensaba mas que en hallar una bendita cura.
Anduvo distraida, observando mariposas, pájaros, caminando sobre alfombras de florecillas silvestres, mientras aspiraba la mágia que se elevaba en el aire.
En un sueño, un hada le había dicho que el árbol de la vida le proporcionaría lo que deseaba. Lo encontraría en un lugar secreto, donde la maleza pierde su nombre, convirtiéndose, en un lugar encantado, allí donde brotaran las primeras flores del cerezo.
Selena, se alejaba más y más de la cabaña, tan segura iba, que no pensaba mas que en hallar una bendita cura.
Anduvo distraida, observando mariposas, pájaros, caminando sobre alfombras de florecillas silvestres, mientras aspiraba la mágia que se elevaba en el aire.
En la cabaña, pasaban las horas Selena no llegaba y comenezaban inquietarse. Nereida, decidió salir en su busca...
Caminó y caminó tras las huellas de
su hermana, voceando su nombre por lo más recóndito del bosque, sin hallar respuesta.
Pronto comenzó a abrazarla el manto de la noche. En la lejanía observó como la blanca luna emergía de las aguas de un gran lago. Se acercó y vio flotar en sus aguas, pétalos de rosas y supo, que Selena había estadio allí.
Pronto comenzó a abrazarla el manto de la noche. En la lejanía observó como la blanca luna emergía de las aguas de un gran lago. Se acercó y vio flotar en sus aguas, pétalos de rosas y supo, que Selena había estadio allí.
Siguió adelante... Observó como el horizonte se ensombrecía aún más, la bruma iba cubriendolo todo, concluyendo, en una negrura
absoluta y tenebrosa.
Aterrada, tuvo el impulso de dirigirse hacia el otro lado, donde las estrellas brillaban mostrandole un camino diferente. Dominó aquel temor que casi no la dejaba caminar y siguió adelante, hacía la más absoluta y tenebrosa oscuridad. Desde la rama de un arbol, un buo llamó su atención, miró fijamente a los enormes ojos que le acechaban y vió en ellos, que Selena había estado allí.
Aterrada, tuvo el impulso de dirigirse hacia el otro lado, donde las estrellas brillaban mostrandole un camino diferente. Dominó aquel temor que casi no la dejaba caminar y siguió adelante, hacía la más absoluta y tenebrosa oscuridad. Desde la rama de un arbol, un buo llamó su atención, miró fijamente a los enormes ojos que le acechaban y vió en ellos, que Selena había estado allí.
Durante su caminar por aquella nebulosidad interminable, comenzó a escuchar armónicos acordes. Parecían salir de aquella abismal tiniebla. Siguío caminando donde sus pies la llevaban...
Tenía la sensación de que casi no tocaban el suelo, se desplazaba como la
bruma, despacio, sutíl, incorpórea. Cuánto más se adentraba, aquella melodía parecía clarear el bosque. Cada vez se oía con más claridad.
La llevó hasta una dehesa con cientos de cerezos en flor. En el centro se erguía un colosal árbol, con un tronco enorme y rugoso, multitud de ramas le caían en cascadas repletas de flores. El árbol estaba envuelto en un hermoso resplandor. Allí mismo, a pie del tronco, vio una cesta de mimbre y supo, que Selena había estado allí. Nereida, alzó su mano y cogió una flor de una de sus generosas ramas. En ese momento, desde el centro del tronco se abrió una puerta que la invitaba a pasar al interior.
La llevó hasta una dehesa con cientos de cerezos en flor. En el centro se erguía un colosal árbol, con un tronco enorme y rugoso, multitud de ramas le caían en cascadas repletas de flores. El árbol estaba envuelto en un hermoso resplandor. Allí mismo, a pie del tronco, vio una cesta de mimbre y supo, que Selena había estado allí. Nereida, alzó su mano y cogió una flor de una de sus generosas ramas. En ese momento, desde el centro del tronco se abrió una puerta que la invitaba a pasar al interior.
Cuando se dirigía a traspasar la
entrada, escuchó chisposas risas, acompañadas de pequeños destellos coloreados.
Eran diminutas hadas que revoloteando, salían del interior del tronco, escoltando a la pequeña Selena. En su mano llevaba un saquito con frutos, una mágica cura,
la única, que lograría sanar a su madre de aquel terrible mal que la asediaba. Selena y Nereida
regresaron a la cabaña con la cura en sus manos. Y colorín colorado este cuento se ha acabado...
Escrito por Margary Gamboa.Todos los derechos reservados.
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