Ella, La Bella, esa
preciosa doncella del campo de fantasía, que cantaba bellísimas canciones de tan
lindas melodías, un buen día sin saber como y por qué, empezó a cantar canciones, de un grupo muy yeyé.
Se pasaba el día
peinándose la melena, rizándose las pestañas, descuidando sus tareas, y mirándose
su linda estampa, en un espejo cruel. Pobre Bella, aquel espejo no la dejaba ver
más allá, de su propio reflejo mortal. Y como una estrella fugaz, fue apagando
los destellos que le unían al campo de la fantasía y la magia de verdad.
¿Qué le pasaba
a La Bella, que en las ninfas no quería creer? era bastante avispada, pero ya,
casi no creía en la hadas porque había empezado a crecer. Y el campo de la
fantasía envuelto en melancolía, poco a poco, se iba dejando vencer…
Todo era
diferente en su propia habitación. Había renovado el ambiente, sin peluches, sin
muñecas, sin cuentos, casi sin alegría. Era un cuarto deshabitado en un mundo limitado sin mágia, ni fantasía, donde ya no cabía la ilusión.
Un día, sin justificación aparente, encontró
en el suelo de su dormitorio, un pedazo de cristal que brillaba reluciente. Miró a
todos lados para ver si encontraba, el espejo fracturado de aquel lumínico
cristal. Pero no halló respuesta alguna que le diera explicación.
De aquel
espejo salía un destello distinto a cualquier otro cristal. Brillaba, con reflejos azules, de apariencia poco usual, cómo con tules tornasoles, de un mágico metal.
¡Que extraño se veía! Eso no le parecía normal. Se miró en él atentamente, y se vio envuelta
de repente, en un velo angelical.
Ella, La bella,
se sentía diferente, con una frescura inusual. Flotando entre la bruma, de
algún exótico lugar. Como cuando era pequeña, con esa ilusión ferviente, que a
nadie se le debe robar.
Se encontró
frente a frente con la dueña del lugar. Era el hada de los tiempos, la dueña de
aquel espejo asombroso, que dota a las persona de la eterna ingenuidad. La que regala
los sueños, la que te cubre con sus velos de pureza, por toda la eternidad, y le dijo:
-Nunca
abandones la inocencia, nunca sucumbas a la desesperanza. Y aunque crezcas, envejezcas o pierdas la confianza. Aunque los años se esfumen como el humo o el vapor, yo estaré ahí presente, dentro de tu corazón, y hallaras siempre un sitito,
para la imaginación.
Y ella, La
Bella, aunque seguía siendo la mas bella, se dio cuenta de sus errores y le pidió al hada perdón.
El hada, le regaló el espejo, para que en él se mirara siempre, con los ojos de la ilusión. Y ella, La Bella, como una estrella se sentía y entonando las lindas canciones, con el hada bailó, en su país de fantasía.
Autora Margary Gamboa.
El hada, le regaló el espejo, para que en él se mirara siempre, con los ojos de la ilusión. Y ella, La Bella, como una estrella se sentía y entonando las lindas canciones, con el hada bailó, en su país de fantasía.
Autora Margary Gamboa.
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Se lo conté a mi nieta, y me dijo te extrañare Abuela, después se durmió.
ResponderEliminarGracias
Y La Bella recapacitó, ¡Bien!
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bonito. Se lo leeré a mi niña porque me ha gustado mucho.
ResponderEliminarQué hermoso, pero ...¡ Qué hermoso !!!
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