No fue producto de mi imaginación,
ni de tradicionales leyendas, fue, el recorrido de ensueño, por donde transitan las
sendas virtuosas que nos llevan desde lo real, a los sueños. Es justo
allí donde existe, el Reino de las Hadas. Yo, un día vi a una, volaba entre
las flores, parecía una mariposa alada, pequeña, suntuosa y delicada.
Sigilosa, la perseguí disimulada,
como quien no quiere la cosa. La aceché y cuando me demoraba por cualquier cosa,
ella parecía que me buscaba. Me dio la impresión de que pretendía que la acompañara.
Fui bordeando el río, tras ella,
para ver hasta donde llegaba. La seguí hasta una pequeña gruta, donde la luz se
duerme, donde lo lóbrego manda.
Se ocultó entre túneles de aguas,
donde no penetra claridad alguna, pero la luminosidad que desprendía, la
delataba.
La gruta era pétrea y empinada.
Superé cada obstáculo que se me presentaba, hasta llegar a la salida de aquella
cueva atezada. Ella, salió de aquella sombría gruta, tan exquisita como entraba y
yo, salí tras ella, sabiéndome observada.
Al fondo, distinguí un frondoso
bosque, tan precioso, que a cualquiera le quitaría las penas. Yo, estaba como hechizada. Y se me fueron hicieron añicos todos los
esquemas, porque aquello me parecía tan divino, como liberado de un delicado
poema.
Más el cielo no era de color azul,
si no añil, y las nubes, anaranjadas.
Los pájaros en todas ellas se
columpiaban y todos aquellos espíritus divinos, parecían tan felices, que reían
a carcajadas.
Había multitud de flores de
delicados aromas y colores. Y cada vez aparecían más hadas, una tras otra, envueltas
en suaves rumores, entre mágico vuelos y cánticos de amores.
Eran preciosas y delicadas, de la
más exquisita de las bellezas, todas ellas parecía divertirse, meciéndose entre
las nubes y las ramas.
Sus ropajes eran de vaporosos tules y seda, que se confundían con sus alas. Algunas llevaban diademas con campanillas doradas.
Sus ropajes eran de vaporosos tules y seda, que se confundían con sus alas. Algunas llevaban diademas con campanillas doradas.
Todas ellas aleteaban y al batir sus delicadas alas, mágicos susurros regalaban.
Era como el Edén. Había pavos reales vestidos con espesos plumajes de suaves sedas. Abrían sus colas de colores de sutiles acuarelas.
Era como el Edén. Había pavos reales vestidos con espesos plumajes de suaves sedas. Abrían sus colas de colores de sutiles acuarelas.
Fue asombroso, la curiosidad me dominaba. Lo fui viviendo como si estuviese dentro de un cuento y conforme transcurrían los acontecimientos, se me fue desplegando el abanico de inocencia, que aun conservaba.
Encontré por casualidad, un cobijo
exquisito, donde siempre es primavera, donde la dulzura existente se
transfigura, en leal compañera. Entre su mundo y el mío, no había límites, ni
fronteras, solo un delirio ilusorio de una fabulosa quimera.
Autora Margary Gamboa.©todos los derechos reservados
Una buena dosis de imaginación que ya quisiera para yo tener.
ResponderEliminarDe tu mano, he volado por el país de los sueños, entre bosques frondosas y seres peculiares que gozan de la felicidad siempre.
Gracias por abrirme la puerta, Margary.
Un saludo, guapa.
Que hermoso lugar, yo también le conozco!!!!! lindas letras mi amiga bella
ResponderEliminarLindo lugar: la imaginacion
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