Érase una
vez en una Isla muy muy lejana vivía Serafín, un joven isleño que solía salir a nadar al mar…Un día encontró a una
hermosa sirena, su sonrisa era alegre y su mirada serena. Emergía desde el
fondo del abismo. Su imagen era perfecta, dibujaba gran belleza invitándole a
suspirar...
Nadie su imagen
veía, solo él... nadie más.
Ella, comenzó a
llamarle y él con entusiasmo quiso hasta ella llegar...
Su voz oía sin
hablarle todo le parecía ¡tan real!
Lucía en su
pecho un lucero transparente como el cristal.
Con su mágica sonrisa le ofrecía su lecho
de espuma, que se confundían con la bruma y con la
espuma del mar.
Su mirada era dulce y
fresca como la brisa. En su cara había dibujada una pícara sonrisa
y nadando intentaba hasta ella llegar.
Su imagen era ¡tan
hermosa! tan radiante como una mística Diosa, solo a él quería
amar.
De pronto,
apareció una ola gigante, subió a la cresta presurosa y sin más premura la
linda sirena, se marchó sin más...
Su imagen quedó
clavada en la mente de aquél isleño, lamentándose de que todo aquello solo fuese un precioso sueño. Aquel dulce rostro delicado y
sonriente lo guardó celoso como un tesoro ferviente.
El
sueño le pertenecía nadie mas lo soñará.
Quizás seguramente en sus sueños algún día, ella aparecerá.
Él, la estará
esperando, si vuelve, ya no la dejará escapar…